16.7.13

Sangre en el agua


Tu simpleza es también excusa, tu belleza maltratada, tu bajel de charco.
Andando por cerros mordisqueados abro jardines de agua, violo la ley de la luna,
tropiezo con juglares muertos, cuyas composiciones puedo seguir oyendo
en los ecos de lejos, de lejana tristeza, de antiguo llanto.
Y son mis dedos temerarios, que penetran la ternura del agua herida,
que emite un quejido inaudible, reservado,
y lo verdaderamente despierto es tu hueso, perdido en todos los mares,
que llama, que anhela pieles de cuyes o vacas, ya la poquedad lo alcanza,
la malaventura de ser hueso desnudo, ahogado en los remotos edenes del agua.
Así, por las noches que asordan cabezas de trenes,
deliran mis dedos, en sus puntas nerviosas, disipándome en un laberinto mojado,
que no existe, como no existe tu hueso perfecto, ni tu carne de puma extremo,

ni mi amor serrano, olvidado por el agua de los jardines de Tebas.