23.7.13

Un suicida cualquiera

A morir llama la vida,
abren capullos en Oriente con el sol de espaldas,
mallaeöllus, y mi espalda
sabe que sobre ella se han jugado malas cartas, marcadas,
usando como distracción a la bonita mesera que traía la cerveza.
Durante el verano, el recuerdo de un nemoral raya
con oro un brazo caído del sol,
y ella me explica que juega con la última mariposa,
y le digo que amor no sabe jugar,
le pido que lo olvide,
pero su dedo tendrá un ojo siempre en el bosque,
se convertirá en piedra,
y solo la locura del viento podrá cambiar su belleza.
No he sido nada, ni lo seré,
moriré sabiéndolo.
En los extremos de mi yugo, a través de las gamellas,
se refleja un duplo espejo con un tercer llanto
esquinado hacia la desolación septentrional
donde me aguardan, solo y solamente, días de hulla y de hierro.
Fábulas de miseria y carneado orgullo,
solo he tratado de explicarte
que al llamado

lo llama uno.