Ya ajeno de mí mismo:
era el rey de las vasijas y
las zanahorias
en calles que ahora solo
recorren los muertos.
Ralentizaba los amores,
fermentaba en los músculos
tensos de oros.
Entre los minerales y las ofrendas
una desconocida subió a mi
trono:
ahora reina como el viento
en las cosechas,
y yo me
busco en la sombra que se sienta a su lado