Por castigado, abriendo la escarcha
que puebla
el sur de los sentidos, como un
aparejo abúlico arrastrando las quillas,
encontré sin definición certera esa
que abre el arco del invierno,
tu flor viva de renegadas alturas,
que no sé si nació del vientre
de Teotihuacán o de las noches Olmecas.
Creo que eres por la selva imaginada,
por la garra del puma último trazada,
y yo como el monte que al huracán acude.
Juegas con la vida como el fuego en los dedos de la madera,
descoses a la muerte con tus golpes de rizos indomados,
que abren a su vez los ojos enloquecidos del viento plural.
Ni el suelo tocas, ninfa de las araucarias, y brotas las
medianoches rapaces
con gritos que conmueven a Safo.
Tus ojos que laten como agua manipulada
recorren pieles tristes y cueros inspirados por ti, musa
negra,
primera y última, silencio de Sade, bestia ilógica,
a las piedras revientas con una sonrisa, a esta Patagonia
subyugada
quemas con tu ombligo, tu torso indescriptible revela a este
invierno
que escribe torcido, por tus dientes santos, por tus uñas de
seda.
Miras, pluma soñada, y exilias todo intento de ser hombre
a los desiertos donde la verdad es borrada.