31.7.13

A la espera agotada

Mírame la muñeca ahorcada por un jeronimiano reloj a pila;
santo, santo acero digiriendo el tic-tac rabioso de las agujas,
hincándolas cual aureola en mi nervio de espectro;
a través del muro incandescente las horas raspan los ojos.

Son los días los que arden.
Es la rutina la que hierve mi pena;
ángelus por lágrimas delirante.

Cuando el sol salga y yo ya esté dormido,
pídele perdón en mi nombre, dile que me he volado la cabeza,
pensando cuán esclavo es de nuestros imperios diurnos,

pensando cuán repetidamente solo lo espero.