Tiempo ha pasado por los
rostros de las jóvenes
que recortaban la vista al
tejer el lino
y amaban, entre los
cadáveres del cuero, a los colosos,
cuya sombra hacía del sexo
una conquista absoluta.
Ha pasado dolor y arena;
dientes careados, colmillos de ágata;
lo que tenía nombre fue
olvidado para alimentar escorpiones.
Miel seca, triste, en los
labios;
las abejas que te formaban
la boca son ahora esclavas de la rosa:
solo ella les dicta
sentencia y las perfuma con vinagre.
Atenea pasó su virginidad a
los machos de arrabal;
Hércules delegó su arrojo a
las reinas de rutas partidas.
Ha sido el tiempo, ha
pasado:
La brújula nocturna que
guiaba a los amantes en la noche
ahora miente, en los valles
o los vastos deltas, a piratas de la carne:
chacales se comen las uñas
soñando las venas del búfalo:
un ejército de frailes
oculta a dios en las esclusas
(los capitanes no entienden
porqué el agua solo baja y baja):
los huesos de los difuntos
llueven sobre las estaciones de tren:
en la fiesta de los relojes
petunias y camelias erigen una corona:
se la calza la locura: dice
ser la única que no ha olvidado la belleza.
Tiempo que ha pasado, por
los músculos y las raíces:
nosotros también hemos
pasado con él,
pero decidimos sentarnos
sobre nuestros nombres
y jugar de cuando en cuando
con nuestra rutina.