La
verdad se derrama como la sangre.
De
rodillas ante el humilladero, quebrando los meniscos por amor,
el
hueso de padre llorando cenizas, las mismas, las espejo,
que
antaño justipreció con caricias de hierro y ampollas dulces,
oh,
violentas y olvidadas noches! Gloria y vino y miel de sangre!
Como
la sangre
mi
juramento de hijo, mi derecho real,
mi
herencia de chapas, rubíes, jacintos, pilitas, copas de cristal,
mascarillas,
romanas, liras, sueños sin dientes, pastillas, fuegos,
costanillas,
ascensos, lágrimas, siembras, lapiceras, cuchillos sordos,
guerras
de llantos, de cucarachas, de fertilidad partida;
gotean
de mis nudillos depauperados por golpear mal a la tristeza,
besan
con lujuria el territorio que hostil
flagelaron
los ídolos ya desnudos de granate.
Cerco
de llamas que me asfixia los ojos:
Me
gritan quienes me abandonaron al fuego que apague el fuego
con
fuego:
Solo
elevo las llamas,
donde
quemada mi alma se abraza
al
niño de boca rota, al padre que se fusila a botellazos
en
callejones de emolumentos miserables.
Oh,
hermano! ¿Criarás mi vergüenza en tus vergeles?
¿Olvidarás
mi orgullo a la rapiña? ¿Sonreirás, hermano?
El
acero ha cortado en lo hondo: Nuestro orgullo se levanta.
Somos
la furia de los ocultos, en los panteones y los estigmas,
somos
la borrasca donde arrasan las aguas mudas,
somos
el nido a sí mismo renunciado.
El
lazo que une al mundo es un solo llanto, hermano.
La
sangre que une al llanto es el águila muerta, hermano.
Porque
la verdad se derrama como la sangre,
y
como la sangre se lava.