6.8.13

El nido renunciado

La verdad se derrama como la sangre.
De rodillas ante el humilladero, quebrando los meniscos por amor,
el hueso de padre llorando cenizas, las mismas, las espejo,
que antaño justipreció con caricias de hierro y ampollas dulces,
oh, violentas y olvidadas noches! Gloria y vino y miel de sangre!
Como la sangre
mi juramento de hijo, mi derecho real,
mi herencia de chapas, rubíes, jacintos, pilitas, copas de cristal,
mascarillas, romanas, liras, sueños sin dientes, pastillas, fuegos,
costanillas, ascensos, lágrimas, siembras, lapiceras, cuchillos sordos,
guerras de llantos, de cucarachas, de fertilidad partida;
gotean de mis nudillos depauperados por golpear mal a la tristeza,
besan con lujuria el territorio que hostil
flagelaron los ídolos ya desnudos de granate.

Cerco de llamas que me asfixia los ojos:
Me gritan quienes me abandonaron al fuego que apague el fuego
con fuego:
Solo elevo las llamas,
donde quemada mi alma se abraza
al niño de boca rota, al padre que se fusila a botellazos
en callejones de emolumentos miserables.

Oh, hermano! ¿Criarás mi vergüenza en tus vergeles?
¿Olvidarás mi orgullo a la rapiña? ¿Sonreirás, hermano?
El acero ha cortado en lo hondo: Nuestro orgullo se levanta.
Somos la furia de los ocultos, en los panteones y los estigmas,
somos la borrasca donde arrasan las aguas mudas,
somos el nido a sí mismo renunciado.

El lazo que une al mundo es un solo llanto, hermano.
La sangre que une al llanto es el águila muerta, hermano.
Porque la verdad se derrama como la sangre,

y como la sangre se lava.