Si fuera libre, al menos en
la muerte o la poesía,
buscaría la trinchera honda
donde resisten las voces del hastío:
si lo fuera;
no me buscaría más que de
otoño a otoño,
ya que las corrientes no
cesan de llorar ni siquiera en la sequía.
Sobre sus vegetales muertos
yacen pieles de serpientes, también,
no porque quisieran
revestir su vergüenza de antes,
sino porque el olvido las
ha desvestido tras el amor.
Ser libre no es búsqueda ni
un encuentro,
pensó al alba un gallo
sometido, de pie sobre una veleta:
yacerá despiadada libertad
cuando arranque, pedazo a pedazo,
la piel del poema,
la vida al pasar.