6.8.13

La Grecia oculta

El poeta, ya ciego, metió las manos en las vísceras de Hesíodo;
era el ánfora olvidada, el propósito arcano, la tristeza de los días.

Al sacar la mano, apretaba un puñado de cenizas:
comprendió el polvo del último o el primero de los males,
la esperanza, que vendida en las extremidades del mundo
continúa siendo acariciada
por hombres que la poseen,
sin saberse,

poseídos.