13.8.13

Las mujeres de la flota

No sabías que te estrechaba la tristeza en mis colmenas de día,
agua herida te caía del ojo izquierdo en la mañana, cuando el sol a veces conmigo.
Pocas fueron las que pasaron por caminos de hielo o gracia
vendiendo frutos desgraciados, desconocidos hasta para la propia lengua:
lija con la que raspar la miseria en el beso,
purgar toda desolación arraigada en el diente.

Así se conocieron las mujeres de la flota:
sin amor ni esperanza todas dieron de beber a los hijos del mar esa mañana.
Sólo tú dormiste hasta ahora,
donde mis manos te escriben, yaciendo incorpórea, precisa:
No has vuelto a ser jamás más que aquellas mañanas de agua herida.